Alexandra Sued: Necesitamos coraje para aceptar que esta tragedia pudo evitarse

11/04/2025

Reflexión de Alexandra Sued, vicepresidenta de Opción Democrática, sobre la tragedia ocurrida en el Jet Set.

En medio de tanto dolor, necesitamos coraje.

Coraje para enfrentar una verdad incómoda: esta tragedia pudo evitarse.

Coraje para romper con la cultura de la negligencia, profunda y estructural, que impera en nuestro país. Coraje para señalar responsabilidades individuales, pero también colectivas.

En esta república de los atajos, improvisar es sinónimo de ingenio. Evadir procesos es viveza criolla. Ignorar las señales de advertencia es astucia cultural. Hacer caso omiso a normas de seguridad básicas, casi un orgullo patrio. Inauguramos lo que no está listo. Minimizamos los errores repetidos. Celebramos las decisiones imprudentes o, en el mejor de los casos, las ignoramos.

Esa cultura se refleja en un sector privado que, demasiadas veces, ve el descuido como rentable y las normas como obstáculos. Es una cultura sostenida por la certeza de que el Estado no va a actuar.

Los techos colapsan a diario en República Dominicana. Algunos literalmente. Otros simbólicamente.

Con el perímetro en pie y el techo colapsado, así vivimos en República Dominicana, porque aquí lo que se construye es una marca país, no un proyecto de país. Exportamos fachadas que deslumbran, mientras las estructuras que sostienen la vida cotidiana se desmoronan. La planificación urbana es inexistente. El acceso a servicios básicos es incierto. La supervisión estatal, cuando existe, es débil o corrupta.

Cifras, torres, récords turísticos, indicadores macroeconómicos que se exhiben al mundo como prueba de éxito, todo sostenido sobre estructuras débiles y mal mantenidas.

El crecimiento económico descontrolado, no planificado y desigual es también el resultado de esa cultura de la negligencia, porque mientras se presume el éxito macroeconómico, el techo de la institucionalidad colapsa todos los días, agrietado por la falta de liderazgo que mire más allá del próximo cuatrienio.

Esta cultura de la negligencia es hija de décadas de impunidad y de una política cortoplacista que administra el Estado con lógica electoral, porque la prevención no se premia en las urnas.

Así como se construyó la cultura de la negligencia, también puede desmontarse. No será fácil. Requiere rendir cuentas. Requiere memoria. Requiere responsabilidad colectiva, pero no difusa y repartida entre todos para que al final no responda nadie. Sobre todo, es responsabilidad política, porque estas tragedias son también el resultado de decisiones y omisiones políticas.

Desmontar esa cultura, requiere de una clase política que no permita que las tragedias pasen sin consecuencias, que no tolere ni justifique las más de doscientas vidas perdidas, las decenas de heridos y las miles de familias impactadas. Requiere más que condolencias protocolares. Requiere asumir responsabilidades. Requiere gobernar, regular, supervisar y actuar con el mismo ímpetu con el que se celebra las cifras macroeconómicas.

Ojalá esta vez el dolor se transforme en voluntad política. Ojalá que no quede, otra vez, sepultada entre los escombros. Que este dolor nos despierte para que dejemos de pagar con vidas lo que instituciones fuertes y voluntad política pudo, y debió, prevenir.